viernes, 10 de abril de 2020

Ojalá te hubiera conocido luego

     Recuerdo la primera vez que te ví. Tú, la del cabello rojo llama, tú, la de cabello avellana como tus ojos, tú, la del cabello amarillo sol. Allí, en la estación con tus gafas de sol, allí, entrando y llenando el aire de suspiros, allí, regalandome una sonrisa y preguntándome si me sentía bien. Siento que desde ese momento empezaste a crecer en mí y me hiciste sentir algo que es único, solo algo que me decías a mi mente sin decirlo, que tu accionar y tu caminar me pronunciaba para tatuarme el alma. También recuerdo cuando te fuiste, dando el último abrazo para que dejara de llorar, sonriendome para decirme gracias por todo, dando un silencio que nunca romperías, dándome la espalda para seguir tu camino sola.  Me rompí para tener que pegarme de nuevo y fue un proceso muy difícil, en el cual tuve que organizar cada pieza, cada minusculo punto de mi ser que se había quedado a tí, y aceptar que ya no estarías más y, si lo estabas, solo llegarías para pisarme en el suelo, como se le haría a un montón de pequeñas hormigas, sin darte cuenta. 
     Ojalá te hubiera conocido después. Quizás no hubiera sido tan débil en ese momento. Te hubiera agarrado en aquel parque de la mano y te hubiera dicho que te amaba más de lo que alguien podría creer, que había cometido mil y un errores pero que si tu me sonreías con esa mirada triste y me extendías otro cigarrillo de los que solo tú fumabas todo estaría bien y arreglaría esas cosas que te rompían y jamás me di cuenta. Quizás no hubiera abandonado todo. Te hubiera abrazado más fuerte la última vez que te sostuve en mis brazos, acostados, mirando al infinito, y te hubiera dicho que si te quería, que te habías vuelto de nuevo fuerte en mí, te sentiría muy fuerte a mi corazón y te dejaría descansando una vez más mientras te acurrucabas para dormirte. Quizás te hubiera dicho que si sentía algo por ti. Aquella noche, después de que lloraste toda la noche y me pedías que no te soltará porque no podrías mantenerte tu misma si no te agarraba, te debí besar de nuevo y perderme en tus ojos una vez, y decirte que también te amaba y no olvidarlo por la mañana, solo porque sabía que había otra persona y mi orgullo no podía con ello. 
     Ahora, si te encuentro en una multitud, ni siquiera notas mi presencia cuando se me para el mundo al  verte de nuevo aquellos ojos tristes, ahora se que te importo menos que nada y me tratás como te da la gana aunque te trate de la mejor manera cuando te quisiera gritar que te largues de mi vida, ahora nos sonreímos y nos deseamos lo mejor cuando por dentro nos preguntamos cómo hubiera sido estar juntos, ahora nos reímos por nuestras torpezas y nuestros mismos obstáculos para ser felices los dos; y ahí me pregunto, ¿y si nos hubiéramos conocido ahora? Si ya siendo más viejos, más sabios, más honestos, más maduros, hubiéramos empezado de cero y te hubiera hecho la mujer más feliz del mundo, curando tus cicatrices, besando cada parte de ti, sin tanto gritos y más diálogos, con un abrazo en vez de discusiones. Que esa chica genial se hubiera enamorado de este pobre honesto que no tiene más que ocultar que su corazón. 
     Sin embargo, entro en una paradoja infinita: soy mejor porque tuve que recuperar mi corazón de ti, porque tuve que borrarte hasta lo más profundo de mi ser y perdonarnos. Soy más maduro por ti, soy más honesto por ti y soy más triste por ti, y podría hacer todas esas cosas para remediarlo porque ya entendí que no dí más y tu no merecías eso, chica de los ojos tristes. 
     Ahora solo me pregunto en noches sin luna: ¿cómo me verías si me conocieras hoy?