El aeropuerto se sentía muy frío.
Había estado lloviendo toda la tarde pero ahora, sin ninguna clase de
complicaciones, funcionaba perfectamente. La chica miró a su alrededor. Aparte
de su acompañante, la sala de espera lucía muy vacía, a excepción de otros
pasajeros que se encontraban al lado opuesto de ellos. Las azafatas y ayudante
de vuelo se encontraban al lado de puente de ingreso, esperando la llamada para
iniciar el abordaje. Una de ellas llamó su atención. Era una chica rubia,
joven, con ojos azules, con un semblante cansado y apagado, la cual esperaba
alejada de sus compañeros mirando por la ventana las luces de la pista que
resaltaban en la noche. Después de un tiempo, cerró los ojos y se quedo inmóvil
por un buen tiempo. Perdió el interés de la chica.
Ella se
miró las manos cubiertas por los guantes. Le temblaban ligeramente. La chica no
gustaba de las salas de espera de los aeropuertos: le traían malos recuerdos de
su niñez. Solía temerle a los aviones y muchos de sus recuerdos en estas salas
era de desesperación y miedo. Aunque ya no sufría de aquellos miedos, solo
recobrar aquellos recuerdos lograba estremecerla y hacerle sentir un escalofrío
por todo el cuerpo. Intentándose alejar de su nube de pensamientos, cogió el
café, ya tibio, de la mesa de al lado, al mismo tiempo que jugueteaba con el
oscuro mechos que caía desde su pelo por su hombro. Volteo a mirar al chico a
su lado, su único compañero de despedida. Ella era un año menor que él, pero
tenían una excelente relación. El era alto, pelo castaño y corto, con tez
blanca, ojos cafés, vestía un saco ancho negro y unos jeans rotos y desteñidos.
Tenía los ojos cansados, como los tienen las personas que delatan que han
derramado sus lágrimas o las que no han podido tener un buen descanso por la
nube de ideas que lo abordan por las noches. Tenía la mirada nula, sin ánimo,
centrada en la azafata alejada, aunque denotaba que sus pensamientos estaban
más allá de preocuparse por la chica rubia.
Ella se
permitió un segundo de vanidad, arriesgando en modo de broma para romper la
tensión.
-Ya
sabes,- Dijo al mismo tiempo que le dirigía una sonrisa cariñosa y un puño
juguetón-.Volveré. No es por mucho, sobrevivirás
El joven se estremeció, más por
el hecho de volver repentinamente a la realidad que por otra cosa. Parpadeo un
momentos y cerró los ojos para recobrarse completamente.
-Ya lo sé.-Dijo cortante, sin
siquiera darle una vista a ella-. No tienes que recordármelo.
Los dos
bajaron la cabeza y quedaron en silencio. A la chica no le gustaba la reacción
de él y por un momento se molesto. “¿Por qué tiene que arruinar todo? ¿Por qué
no solo lo acepta y deja de molestarse por todo?”, pensó ella. Lo volteó a mirar, dirigiéndole una mirada
cruel. Se encontró con un el mismo chico de su rabia, con el ojo aguado y una
copa de plástico destruida cruelmente en sus manos. Volvió a bajar la mirada y cerró los ojos,
borro su mente y, por solo un segundo, quiso llorar en su silla.
Que
gran mentira.