domingo, 27 de octubre de 2013

Una luna para ti. Capitulo 1.

El aeropuerto se sentía muy frío. Había estado lloviendo toda la tarde pero ahora, sin ninguna clase de complicaciones, funcionaba perfectamente. La chica miró a su alrededor. Aparte de su acompañante, la sala de espera lucía muy vacía, a excepción de otros pasajeros que se encontraban al lado opuesto de ellos. Las azafatas y ayudante de vuelo se encontraban al lado de puente de ingreso, esperando la llamada para iniciar el abordaje. Una de ellas llamó su atención. Era una chica rubia, joven, con ojos azules, con un semblante cansado y apagado, la cual esperaba alejada de sus compañeros mirando por la ventana las luces de la pista que resaltaban en la noche. Después de un tiempo, cerró los ojos y se quedo inmóvil por un buen tiempo. Perdió el interés de la chica.
            Ella se miró las manos cubiertas por los guantes. Le temblaban ligeramente. La chica no gustaba de las salas de espera de los aeropuertos: le traían malos recuerdos de su niñez. Solía temerle a los aviones y muchos de sus recuerdos en estas salas era de desesperación y miedo. Aunque ya no sufría de aquellos miedos, solo recobrar aquellos recuerdos lograba estremecerla y hacerle sentir un escalofrío por todo el cuerpo. Intentándose alejar de su nube de pensamientos, cogió el café, ya tibio, de la mesa de al lado, al mismo tiempo que jugueteaba con el oscuro mechos que caía desde su pelo por su hombro. Volteo a mirar al chico a su lado, su único compañero de despedida. Ella era un año menor que él, pero tenían una excelente relación. El era alto, pelo castaño y corto, con tez blanca, ojos cafés, vestía un saco ancho negro y unos jeans rotos y desteñidos. Tenía los ojos cansados, como los tienen las personas que delatan que han derramado sus lágrimas o las que no han podido tener un buen descanso por la nube de ideas que lo abordan por las noches. Tenía la mirada nula, sin ánimo, centrada en la azafata alejada, aunque denotaba que sus pensamientos estaban más allá de preocuparse por la chica rubia.
                Ella se permitió un segundo de vanidad, arriesgando en modo de broma para romper la tensión.
                -Ya sabes,- Dijo al mismo tiempo que le dirigía una sonrisa cariñosa y un puño juguetón-.Volveré. No es por mucho, sobrevivirás
El joven se estremeció, más por el hecho de volver repentinamente a la realidad que por otra cosa. Parpadeo un momentos y cerró los ojos para recobrarse completamente.  
-Ya lo sé.-Dijo cortante, sin siquiera darle una vista a ella-. No tienes que recordármelo.
                Los dos bajaron la cabeza y quedaron en silencio. A la chica no le gustaba la reacción de él y por un momento se molesto. “¿Por qué tiene que arruinar todo? ¿Por qué no solo lo acepta y deja de molestarse por todo?”, pensó ella.  Lo volteó a mirar, dirigiéndole una mirada cruel. Se encontró con un el mismo chico de su rabia, con el ojo aguado y una copa de plástico destruida cruelmente en sus manos.  Volvió a bajar la mirada y cerró los ojos, borro su mente y, por solo un segundo, quiso llorar en su silla.
               Pasó el tiempo y más temprano que tarde llegó el avión que se la llevaría. Pocas palabras, más sentimientos, un abrazo largo, una mirada profunda y un “espérame”.  Se podría afirmar que, al menos por 5 segundos, los ojos de ella se encontraron con los de él mientras caminaba por el puente. Ella le sonrió. El también lo hizo. Ella pensó que después de todo él podría estar feliz.

                Que gran mentira. 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Desvaríos Nocturnos

                -Y solitario entendió, que feliz en su soledad, cada día la extrañaba más- Fer Dichter.
                Su sonrisa a las 11 de la noche. Como me mira a través del velo nocturno. No sé qué decirle, no sé qué hacer, veo sus labios y me parecen inalcanzables.  Quiero abrazarla, quitarle los miedos y purgar los míos junto a ella. Soledad, las luces de la ciudad, los sonidos del tráfico. Las palabras sobran, su sonrisa me completa, pero ella no es para mí. Nunca lo ha sido. Triste destino. Solo está noche, una noche fría junta a ella, y de nuevo su mirada impacta justo mi alma. No quiero quitarle el ojo de encima, no quiero parpadear por ahora, se qué cuando me descuide ella volverá a la realidad y la escena morirá junto al actor, pero está noche no: está noche es nuestra. Examinó todos sus aspectos. Me vuelve loco, su actitud, su apariencia, como me dice que todo irá bien, lo seguro que me siento con ella.
                La noche transcurre rápidamente, o en lo que a mí concierne. El día se acerca y con la salida del sol, baja la luna y mi esperanza. La perderé y eso es lo único que me da miedo. Quiero conocerla, que saque todos sus complejos, que me diga que temé y le agradé compartirlo, pero está noche no, lindo. Mañana será otro día, mañana será otra mañana, y ella irá con el que ella quiera y yo estaré feliz por ella. Patético, ¿no? Especialmente en mi situación. ¿Volveré a hablar con ella? ¿Cómo serán la cosas? Ya no quiero pensar y me niego a hacerlo. La miro de nuevo y me concentro en su rostro. Veo como articula las palabras, dulces palabras, dulces pensamiento. 
                El momento llegó. No quiero dejarla ir pero debo. Me sonríe, le sonrío, trato de disimular. Quiero decirle que se quede más tiempo para que me caliente el alma, pero no es conveniente. Le envío una mirada falsa, oculta. No recibo respuesta.
-Hasta pronto-Digo a su espalda.