lunes, 28 de noviembre de 2016

-Sin nombre-

     Aquella mañana él recibió la triste noticia. Un mensaje de un conocido le traía la nueva de que ella había muerto. Aún en el estado de desorientación al despertarse el sintió un vacío intenso, un gran golpe en la cara y unas ganas de vomitar terribles. Se sentó rápidamente, incrédulo a la noticia. Intentó contactarla pero no logró. Lo primero que sintió fue una desesperación tremenda al no poder hablar con ella, no poder contactarla, y no poder ver ese mensaje diario de buenos días, el cual nunca llegó. Sentía que su mundo se partía en dos, que la soledad se apoderaba de cada célula de su cuerpo y una profunda tristeza que le rompía el alma en pequeñas esquirlas. Quiso llorar incontrolablemente pero las lagrimas no salían de sus ojos, puesto que el nudo de la garganta que amenazaba con quitarle la respiración también lo hacía con sus lagrimas. Leyó y releyó el mensaje de la noticia, no le encontraba ningún sentido a aquello, y solo recordaba sus te quiero, sus miradas, sus sonrisas y aquellas caricias que nunca más iban a hacerlo erizar. Bajó la mirada como un niño regañado y al borde de su cama, con la cabeza entre sus manos, dejó salir un grito desgarrador.
    Después de haber ido a alquilar un traje, con el semblante destrozado, llegó a la última morada de la que alguna vez había llamado amor. Entró sin hacer ningún contacto visual entre caras desconocidas, llantos extremos y una tristeza profunda en todo el lugar. Se acercó al ataúd. Estaba seguro que si ella pudiera decirle algo, estaría completamente molesta al pensar que él la pudiera estar viéndola así. Se veía bella, con un semblante duro, frío, pálido, con aquellos ojos que él tanto había querido cerrados y, de tenerlos abiertos, ya descoloridos y sin vida. Tenerla tan cerca fue otro golpe directo a su persona y otras sintió esas ganar de llorar pero no soltó ni una sola lagrima. Luego de un muy triste homenaje, algunas palabras de los familiares y los muy comunes refranes religiosos, la ceremonia acabo. Una mano de él se posó en la última morada de ella mientras la miraba fijamente en su estado armonioso y con una ligera sonrisa le mando un adiós mental mientras sus ojos se llenaban de lagrimas y una sola de ellas cayó sobre el ataúd, como un trágico regalo final.
     La cremación fue dura. Verla entrar al horno terminó con la última gota de compostura que le quedaba a él y se desarmo. Salió, gritó a los cielos y maldijo a todos, mientras e desmoronaba en sus rodillas, golpeando a la tierra.
     Entró a su Facebook para dar la terrible noticia a los conocidos y como un último esfuerzo para aceptar la cruda realidad y escribió el siguiente mensaje: "Hay veces que no consideramos a la gente que tenemos al lado. Pensamos que todo será eterno y tomamos todo por hecho. Al momento de que la suerte nos engaña y la vida nos demuestra lo real que es, el golpe es tremendo. Ayer se fue una de las personas más importantes de mi vida y, espero, la que ha marcado muchas otras. Las palabras sobran en éstos momentos, pero dedicarnos a pensar como cambio nuestra vida es mantenerla viva. Rindamos un poco de respeto y recordemos las cosas buenas que nos dejo, las miradas, las risas, los buenos momentos. Adiós, princesa". Ésta última parte le saco un ligera risa dramática al engañarse el mismo de que ella no iba a poder leerlo, así que la borró.
     Salió a la calle y melancólico encendió un cigarrillo y miro al cielo. Respiró profundo y dejo su mente vacía. Besó su cigarro como alguna vez lo hizo en noches frías, junto a ella.