lunes, 31 de diciembre de 2018

Reminiscencias

    Y me perdí en la luz de la luna, viéndola asomarse por mi ventana, tímida, taciturna. Me gusta ver la luna porque siento que ella la está viendo al mismo tiempo que yo y, como yo, deja volar su cabeza. En aquel cielo lleno de estrellas un astro sin brillo las opaca completamente, algo tan mínimo como una roca gigante que gira alrededor de la tierra en un universo con vida, magnitudes inimaginables, reacciones químicas inmensurables, la luna es la más gigantesca en el firmamento nocturno. ¿Será que ella también piensa en mí o soy solo otra estrella en su cielo? Otro recuerdo efímero de grandeza, otra luz que ya se extinguió y solo es el recuerdo de algo que solía ser.
     Y me perdí en los juegos pirotécnicos, recordando como ella los miraba fascinada, estupefacta.Yo agarrando su mano, yo mirándola a ella como si fuera la primera vez. Yo viendo las luces reflejadas en su sonrisa. Yo siendo más feliz que nunca. Yo siendo fuegos artificiales. Yo quemándome en el cielo, explotando, sorprendiendo, multicolor, olor a pólvora, ceniza. Yo siendo más que persona, más su felicidad, más su tufo, más su humo.
      Y me perdí en las calles, siguiéndola, detrás de su falda al viento, persiguiendo su mano, su cabello, su aroma, su mirada de "chico, llegame al corazón.". Estaba ahí, caminando por calles antes recorridas, buscándola en las caras de todos, en los aromas que huelo, en los colores del atardecer, en las bancas de los parques donde hablo, en las flores de muchos colores que solía recoger, en el pasto donde me acuesto, en las esquinas donde bebo, en los buses en que duermo.
     Y me perdí en el oscuro café, sentado al frente de una silla vacía, hablando conmigo mismo, hablando de ella, tomándola en cada sorbo, viéndola en el humo del cigarrillo que se consume, sintiendo su calor entre mis manos.
     Y me perdí en las almohadas de mi habitación, en cada una de las fibras de mi cama, donde tus sueño se dejaban ir, donde gritabas de placer, donde tu cuerpo y el mío danzaban al calor, al frío, al día, a la noche, donde te dejabas ser, donde te dejabas ver, donde acariciabas mi piel, mi cabello, donde me pedías que me quedase con la mirada, donde me abrazabas para no dejarme ir de tu pecho, de tus lunares, de tu sonrisa, de tus melodiosas palabras, de tus uñas desgastadas, de tus silencios cómodos, de tus mañanas llenas, de tus noches buenas.
     Y me perdí en las palabras que me escribió y las que yo le escribí, en sus recuerdos impresos en papel, en mi piel y en mi memoria. En las fotos en atardeceres, en las fotos en la noche, en las fotos en el día, en rostro melancólico que pedía que lo salve, en su mirada fuerte y decidida a salir de lugares oscuros, a la exclamación de su felicidad, a las explosiones de placer, a ella siendo mujer, a ella siendo una niña, a ella que descubría el mundo, a ella que guardaba los más profundos secretos del vivir, a ella que no entendía nada y a las vez me decía todo, a lo que ella significo en los actos, a lo que ella era en las desgracias, a lo que ella era en la felicidad.
     Y me perdí en ella, en su recuerdo, como las estrellas se pierden una tras una por la luna.