jueves, 9 de abril de 2015

The dog

     Espera en la puerta. Su mirada está ida, y sus pensamientos son tormentosos. Aún así, espera firme, sentado, sin aspiraciones y lleno de temor en la soledad, cuando ésta es la que lo ha acompañado desde siempre, uno de sus temores más estúpidos e irrelevantes en este momento. Es algo extraño, ya que alguien de su tipo no debería tener, al igual que sueños, ningún miedo, pero igual a sido algo permanente en él desde el momento que que desarrollo ese irracional miedo a lo inevitable: la muerte.
     Sigue ahí, concentrado en los autos pasar, los humos que lo marean, todo lo que es la ciudad, y él es parte de ella. Al final, llegan aquellos a los que espera, con ese cariño falso que se le dan a los utensilios, o aquel juguete deseado que proporciona un simple placer momentáneo. Él los recibe con esa sonrisa falsa, aquella complaciente mentira que se le expone a lo gente para que no se preocupe, una mascara infranqueable que solo queda ahí: un inútil disfraz. 
     Se levanta con esa sonrisa de oreja a oreja, y se acerca a ellos. Camina en silencio, callado, porque los perros desamparados ladran en soledad.