jueves, 28 de marzo de 2019

Aceptar

     Eran las 2 de la mañana. Salí porque quería un cigarrillo y hay una señora en mi esquina que los vende hasta las 6 AM, pero eso ya lo sabías, ¿no? Me senté en un pequeño muro al lado de la señora y empecé a ver como el humo se desvanecía en el infinito. Otra vez el pensamiento hacía tí. Otra vez he vuelto a pensar en tí. Rápidamente agite la cabeza e intente concentrarme en algo más, pero ya era en vano. Boté el cigarrillo y empecé a caminar en la mitad de la avenida puesto que a esta hora no pasan carros, pensando que debería hacer puesto que ya no me alcanza la cordura para seguir con ésto.
     Intenté contactarte, encontrando cuanta excusa existiera para poder hablarte y romper el silencio que se impuso entre los dos. Se de tí, se de tu vida, o más bien lo poco que llegaste a contarme o lo que dicen el limitado acceso que me permito a tus redes sociales. No quiero ser inoportuno ni mucho más, siendo obvio que tienes a otra persona y muy seguramente lo amas como algunas vez me amaste a mí. Todo eso me digo. Todo eso me repito en mis contados momentos de lucidez. Una y otra vez, como un tocadiscos descompuesto. Me convenzo de que ya no estás, ya no eres, dejaste de ser y ahora eres otra memoria, otra persona y no lo que yo pienso que eres. Probablemente ni siquiera te importe que me pase, probablemente nunca leas ésto, pero al menos debo intentar que estas palabras, esperando que sean las últimas, se lleven tu nombre de una vez por todas.
     Me arrepiento de haberte dicho adiós la última vez que te ví. Lamento que la última vez que estuviste acá no me aferré a tí y te dejé ir. Lamento no haber sido consiento. Lamento no haber podido desprenderme de tu olor tan rápido como lo hiciste tu. Lamento haberme enredado en tus sábanas más de la cuento. Lamento no haberte dicho "amor" una última vez. Lamento no agarrarme de tu mano tan fuerte como tu lo hacías. Lamento haberte mentido cuando preguntaste si eso que escribí era para tí, porque sí lo era. Lamento no poderte dejar tan fácil como alguna vez lo hice, y lamento haber tenido razón al decir que sin mi serías más feliz.
     Encerrado en esta habitación, en mi reclusión voluntaria, en mis grilletes personales, no puedo cerrar los ojos sin ser atacado por sentimientos. Olvidé tu rostro. Olvidé tu voz. Olvidé tu aroma, pero no logró olvidar el vacío en mi. Recuerdo cuando dijiste que no se trataba de superar, se trataba de aceptar. Justamente me parecían patrañas y simplemente fui remplazado, pero al fin al cabo no todos superamos igual, ¿no? Así que me acostaré, esperando que cuando salga el sol duela un poco menos y sea más tenue el velo que te cubre en mi cabeza. Una tras otra estas pastillas limpian todo lo amargo, excepto el recordatorio de que allí estás, en alguna parte, viendo la misma luna que yo pero sin mí.