domingo, 27 de octubre de 2013

Una luna para ti. Capitulo 1.

El aeropuerto se sentía muy frío. Había estado lloviendo toda la tarde pero ahora, sin ninguna clase de complicaciones, funcionaba perfectamente. La chica miró a su alrededor. Aparte de su acompañante, la sala de espera lucía muy vacía, a excepción de otros pasajeros que se encontraban al lado opuesto de ellos. Las azafatas y ayudante de vuelo se encontraban al lado de puente de ingreso, esperando la llamada para iniciar el abordaje. Una de ellas llamó su atención. Era una chica rubia, joven, con ojos azules, con un semblante cansado y apagado, la cual esperaba alejada de sus compañeros mirando por la ventana las luces de la pista que resaltaban en la noche. Después de un tiempo, cerró los ojos y se quedo inmóvil por un buen tiempo. Perdió el interés de la chica.
            Ella se miró las manos cubiertas por los guantes. Le temblaban ligeramente. La chica no gustaba de las salas de espera de los aeropuertos: le traían malos recuerdos de su niñez. Solía temerle a los aviones y muchos de sus recuerdos en estas salas era de desesperación y miedo. Aunque ya no sufría de aquellos miedos, solo recobrar aquellos recuerdos lograba estremecerla y hacerle sentir un escalofrío por todo el cuerpo. Intentándose alejar de su nube de pensamientos, cogió el café, ya tibio, de la mesa de al lado, al mismo tiempo que jugueteaba con el oscuro mechos que caía desde su pelo por su hombro. Volteo a mirar al chico a su lado, su único compañero de despedida. Ella era un año menor que él, pero tenían una excelente relación. El era alto, pelo castaño y corto, con tez blanca, ojos cafés, vestía un saco ancho negro y unos jeans rotos y desteñidos. Tenía los ojos cansados, como los tienen las personas que delatan que han derramado sus lágrimas o las que no han podido tener un buen descanso por la nube de ideas que lo abordan por las noches. Tenía la mirada nula, sin ánimo, centrada en la azafata alejada, aunque denotaba que sus pensamientos estaban más allá de preocuparse por la chica rubia.
                Ella se permitió un segundo de vanidad, arriesgando en modo de broma para romper la tensión.
                -Ya sabes,- Dijo al mismo tiempo que le dirigía una sonrisa cariñosa y un puño juguetón-.Volveré. No es por mucho, sobrevivirás
El joven se estremeció, más por el hecho de volver repentinamente a la realidad que por otra cosa. Parpadeo un momentos y cerró los ojos para recobrarse completamente.  
-Ya lo sé.-Dijo cortante, sin siquiera darle una vista a ella-. No tienes que recordármelo.
                Los dos bajaron la cabeza y quedaron en silencio. A la chica no le gustaba la reacción de él y por un momento se molesto. “¿Por qué tiene que arruinar todo? ¿Por qué no solo lo acepta y deja de molestarse por todo?”, pensó ella.  Lo volteó a mirar, dirigiéndole una mirada cruel. Se encontró con un el mismo chico de su rabia, con el ojo aguado y una copa de plástico destruida cruelmente en sus manos.  Volvió a bajar la mirada y cerró los ojos, borro su mente y, por solo un segundo, quiso llorar en su silla.
               Pasó el tiempo y más temprano que tarde llegó el avión que se la llevaría. Pocas palabras, más sentimientos, un abrazo largo, una mirada profunda y un “espérame”.  Se podría afirmar que, al menos por 5 segundos, los ojos de ella se encontraron con los de él mientras caminaba por el puente. Ella le sonrió. El también lo hizo. Ella pensó que después de todo él podría estar feliz.

                Que gran mentira. 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Desvaríos Nocturnos

                -Y solitario entendió, que feliz en su soledad, cada día la extrañaba más- Fer Dichter.
                Su sonrisa a las 11 de la noche. Como me mira a través del velo nocturno. No sé qué decirle, no sé qué hacer, veo sus labios y me parecen inalcanzables.  Quiero abrazarla, quitarle los miedos y purgar los míos junto a ella. Soledad, las luces de la ciudad, los sonidos del tráfico. Las palabras sobran, su sonrisa me completa, pero ella no es para mí. Nunca lo ha sido. Triste destino. Solo está noche, una noche fría junta a ella, y de nuevo su mirada impacta justo mi alma. No quiero quitarle el ojo de encima, no quiero parpadear por ahora, se qué cuando me descuide ella volverá a la realidad y la escena morirá junto al actor, pero está noche no: está noche es nuestra. Examinó todos sus aspectos. Me vuelve loco, su actitud, su apariencia, como me dice que todo irá bien, lo seguro que me siento con ella.
                La noche transcurre rápidamente, o en lo que a mí concierne. El día se acerca y con la salida del sol, baja la luna y mi esperanza. La perderé y eso es lo único que me da miedo. Quiero conocerla, que saque todos sus complejos, que me diga que temé y le agradé compartirlo, pero está noche no, lindo. Mañana será otro día, mañana será otra mañana, y ella irá con el que ella quiera y yo estaré feliz por ella. Patético, ¿no? Especialmente en mi situación. ¿Volveré a hablar con ella? ¿Cómo serán la cosas? Ya no quiero pensar y me niego a hacerlo. La miro de nuevo y me concentro en su rostro. Veo como articula las palabras, dulces palabras, dulces pensamiento. 
                El momento llegó. No quiero dejarla ir pero debo. Me sonríe, le sonrío, trato de disimular. Quiero decirle que se quede más tiempo para que me caliente el alma, pero no es conveniente. Le envío una mirada falsa, oculta. No recibo respuesta.
-Hasta pronto-Digo a su espalda. 

lunes, 2 de septiembre de 2013

Tinta y café de medianoche. (Capitulo 5)

 
  La tormenta seguía arreciando afuera del establecimiento. Cada gota dejaba un ruido sordo que se confundía con el sonido ligeramente diferente de las demás. Todo es tan desigual, pero sigue teniendo algo en común. Los dos jóvenes se sentaron en una mesa junto a una ventana, totalmente empapados, temblando ligeramente por el frío, dándose la cara desde sus asientos. Sus respiraciones eran errantes y ruidosas, pero ideales para llenar esos silencios que aveces gobernaban el lugar. Tras la escena anterior, los dos consideraban que las palabras sobraban, dejando a cada uno a su suerte con sus problemas de temperatura. No sabían que hacían ahí, pero no querían irse. Era un sentimiento compartido por los dos de un modo que casi parecía planeado con anterioridad, pero no, todo era repentino. De pronto, tan rápido como la razón común lo atacó, supo que no podían quedarse en esa situación por siempre. Se levanto repentinamente, sin decir una palabra, sin regalar una mirada a la chica, y se dirigió al mostrador. Al frente de él estaba la mesera: una chica rubia, con los ojos azules, el pelo recogido, tez blanca, con una mirada triste y un semblante cansado.
-¿En que te puedo ayudar?-Dijo ella, con un tono que hacía honor a su parecido.
-¿Me podrías dar dos cafés?
-¿Quieres.... dos cafés?-Dijo la chica, desviando su mirada hacía la mesa donde el escritor se había depositado con Elizabeth.
-Sí no es mucho problema.
-Dale. Ya te sirvo.
    La chica se alejo por unos contados minutos, contados minutos que sirvieron para que el joven recobrara la compostura y volviera en sí. Al volver la mesera, se opuso a que le llevará el café a la mesa y le pago en ese mismo instante. La chica, con un poco de refunfuña, acepto el dinero y le deseo un buen provecho.
     Al llegar de vuelta a la mesa, deposito los dos cafés, cada uno a los dos extremos de la mesa. Le dio una ligera caricia en el cabello mojado a Elizabeth, cosa que luego le llamaría la atención, ya que en ese momento eran 2 completos extraños. La chica, al sentir el calor que desprendía pudo volver en sí, miro de reojo al escritor y le dijo "Gracias". En ese momento, entre sorbos y sorbos de café, entre gotas que se desprendían de sus ropas húmedas, empezaron a conocerse. Elizabeth tenía 24 años, vivía en el Cedritos con su papa, ya que su mama se había vuelto loca cuando ella tenía 14 años y se suicido en el manicomio cuando Elizabeth tenía 17. Al parecer, nada de esto la afecto mucho: no le agradaba mucho su madre, pero igualmente no le gustaba hablar de como se sentía o los detalles detrás de su muerte. Elizabeth se había graduado de Cine y Televisión en la Jorge Tadeo Lozano hace unos años, había producido algunos cortos pero ninguno llamo la atención de alguna figura importante, pero igualmente ella amaba lo que hacía. Ella era desempleada, pero con ayuda de su padre, podía mantener una vida aceptable. Amaba leer de 6 a 9, mirando por su ventana, preferiblemente con un cigarrillo, The Smiths y un buen café oscuro. Su crecimiento era borroso para ella, ya que todas las terapias que había sufrido tras la muerte de su madre habían dejado una marca en ella, por lo tanto no recordaba mucho de su niñez, solo de un par de cosas: Su primer beso y su primer libro. Sin contar toda esa basura infantil que todos leemos cuando somos pequeños, su primera novela fue "El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde" el cual despertó su amor por la literatura y, según ella, forjo un poco de lo que es ahora. Su primer beso había sido con un tal Javier, debajo de un árbol, a los 13 años, cuando su vida era perfecta y sentía que nada podía salir mal. Ella le sonreía al escritor al dejarse abrir en pequeñas cosas con él, mientras que el también dejaba un poco de sí mismo a lo hora de hablar acerca de su vida y personalidad. Hubo un momento en el que los dos, por puro magnetismo, locura o simple conciencia, se tomaron la mano encima de la mesa. Era un símbolo de cariño, de entendimiento, y en ese momento las palabras sobraron y sus ojos se volvieron a encontrar, dejando en un vacío la mente del joven por algunos minutos.
     La escena fue interrumpida por la misma mesera que había atendido antes al escritor. El joven, apenado de su estado atónito e ido de la realidad, le respondió a la mesera que había pedido permiso para recoger los vasos. Al ver los dos vasos vacíos, la chica dirigió una mirada confundida y arrogante a donde estaba Elizabeth, mirando de abajo a arriba, luego miro al escritor con un mirada expectante. Este gesto de la chica altero al escritor, el cual incito a Elizabeth a dejar el lugar lo antes posible a sabiendas de que ya había escampado. La tomo de la mano y se fueron riendo por las calles hasta la casa de Elizabeth. En ese momento, ella lo invito a pasar la noche. Él, sin vacilar un solo segundo, le respondió que estaría encantado de hacerlo. Es aquí donde la historia empieza.

lunes, 26 de agosto de 2013

Tinta y café de medianoche (Capitulo 4)

     ¿Alguien sabe cómo se siente el esperar a alguien toda una vida? Tal vez sí, tal vez no. Es un sentimiento agonizante en el cual te das cuentas de las cosas que dejaste pasar y te arrepientes de las decisiones que no hiciste en un momento. Todas estas ideas pasaban por la cabeza del escritor mientras veía la luna por su balcón. Había sido una semana dura. No había salido de su casa ni para comprar víveres ya que poseía todas las pocas cosa que fuera a necesitar en por lo menos un mes. Había intentado escribir pero ni una sola palabra de lo que el escribía le convencía en lo más mínimo, siendo él mismo el que acarrancará y destrozará sus propias creaciones. En este momento, lograba un poco de paz, algo que no había podido lograr en muchas semanas. Vivía estresado por su falta de imaginación y de la falta de Sofía. Cada vez se sentía más abrumado, más solitario, más demente. Aveces se sentía perdido, se botaba al piso y empezaba a llorar, otras veces empezaba a gritar o reír sin razón aparente, y otra veces escuchaba la voz de Sofía llamándolo desde alguna parte del apartamento, despertando una pequeña esperanza en el escritor, siendo aplastada por la cruda realidad; pero ahora era diferente, se sentía tranquilo, con un vaso de Whisky en la mano y un cigarro en la otra, pensando en su amada distante, mirando a la luna con los mismos ojos, relacionándolas como el objeto más hermoso entre muchas luces abrumadoras, pero inalcanzable a los pobres intentos del lobo que la añora día tras día.
     Después de despertarse en la silla del balcón, el escritor se prepara un desayuno sencillo: no tiene hambre pero sabe que debe comer para no ser interrumpido en un próximo tiempo. Se sentó en su mesa, junto a una hermosa y grande ventana que se encontraba al oriente del apartamento, con vista a Monserrate. Los cristales reflejaban la luz del sol de la mañana justo en la esquina de la mesa que estaba más cerca de la ventana. Un pequeño papel llamo la atención del joven, ya que la luz daba justo en el lugar donde se encontraba. Lo recogió y lo miro. "Nunca olvides quien eres y de que eres capaz" y el número de Elizabeth. Ya había olvidado el papel hasta este momento. Ni el mismo sabía quien era ni que quería, ¿Cómo otra persona podría hacerlo? ¿O simplemente era un mensaje aleatorio? Todo esto confundía al escritor, pero no quería ponerle atención a nada que lo pusiera a cuestionarse su vida, especialmente en este corto tiempo de paz que sentía. Volvió a ver la hoja, mientras esbozaba un ligera sonrisa, acompañada de su rápido y estridente ritmo cardíaco provocado por la euforia del momento, y su estúpida felicidad momentánea. Miró de reojo el teléfono antes de agarrarlo y marcar el número misterioso. Rió con extrema falta de pena y un poco de ebriedad al escuchar la hermosa voz femenina al otro lado de la linea.
    Era un viernes frío, una de las tardes clásicas de la gran capital: una tarde lluviosa. Eran las 6 pm, el atardecer desangraba el cielo mientras le daba paso a la noche. Ya se podía divisar la luna en el cielo, alumbrando la pequeña parte oscura que acompaña al sol en su descenso diario. El escritor se encontraba apoyado en la puerta del café, con un cigarro en la mano y un tinto en la otra, esperando a la chica que ya se estaba demorando para su encuentro. Hubo un momento en el cual el joven pensó que ella no llegaría, dándole un amargo sentimiento y un incomodo dolor en alguna parte de su pecho; pero cualquier duda se desvaneció al verla acercarse en medio de la lluvia, con su nube de pelo café totalmente mojado, agarrada de su cuerpo para mantener el calor corporal que faltaba en el momento tormentoso, acercándose con la hermosa sonrisa que la había caracterizado desde su primer encuentro con el escritor. Él, al verla en ese estado, agarro su chaqueta y salió a su encuentro, arropándola y protegiéndola con ella, llevándola a un lugar seco. Al entrar en el café totalmente mojados, confundidos por la locura y rapidez del momento, con sus corazones bombeando sangre velozmente, con la soledad a su alrededor y una sonrisa totalmente encantadora, con recuerdos dolorosos y un futuro incierto, los dos jóvenes se miraron a los ojos, como sí se conocieran desde hace mucho tiempo, como si todos sus silencios se reflejaran en la clara de sus ojos, como sí el alma de ellos estuviera completamente desnuda pero solo para el otro, entonces sonrieron mutuamente por lapsos de segundos, pensando que decir. El escritor, después de un tiempo en aquella extraña y encantadora situación, logró pronunciar las palabras que le abrirían las puertas a una nueva persona: ¿Puedo invitarte a un café?

lunes, 12 de agosto de 2013

Tinta y café de medianoche. (Capitulo 3)

     La luz se filtraba débilmente por las persianas del oscuro cuarto. La cabeza todavía le dolía al escritor, pero debía seguir con su hábitos para no perderlos de un momento a otro. Sabía que debía estar despierto desde las 11 am, sentarse al frente de la máquina de escribir y producir al menos una hoja de material con sentido, para poder progresar en sus proyectos, o sí quiera para no oxidarse. La hoja que estaba al frente de él, dentro de la máquina de escribir, seguía completamente en blanco, y ya era la 1 pm. Se limitaba a mirar la hoja con un mirada distante, sin poder reunirse para lograr algún tipo de idea útil en su adolorida cabeza. Sofocado, sin imaginación, completamente ido de sí. Salió al balcón para poder respirar un poco de aire libre y encender un cigarrillo. Se quedo mirando a la ciudad, con el humo azul surgiendo de su mano derecha y el mentón descansando en su mano izquierda. No lograba producir ningún tipo de escrito desde hace algún tiempo, y sabía el por qué, y eso era lo que más le preocupaba. Para sus 22 años, era un escritor medianamente conocido. Se graduó a los 16 debido a sus buenas notas en el colegio, aunque destacaba su poca interacción que los demás jóvenes: Se le consideraba un chico callado y estudioso. Luego, se graduó de Filosofía y letras a los 20 años, siendo un chico un poco rebelde, un poco metido en su cuento, loco, impredecible, todo lo contrario a su anterior faceta. Era un excelente escritor, o así lo consideraba su distinguida audiencia. Solía escribir novelas dramáticas, de romances olvidados, del descenso a la locura de un hombre, de la sociedad en sí, de la ciudad. Su obra más importante, o la que lo destacaba dentro de los escritores fracasados, era "La ciudad está rota". Gracias a ella había conseguido unas cuantas regalías, que lo ayudaban a tener una vida medio decente; pero todo eso era pasado. Más que la fama, extrañaba el divertirse escribiendo: le encantaba ver una hoja terminada y seguir con la otra, imaginarse un historia y como la escribiría en el momento más inesperado, le encantaba plasmar su inspiración en el papel, y sentir, llorar, reír con su creación, con sus personajes y ser otros más de su vasto y glorioso mundo literario; pero todo eso era pasado. Seguía repitiendo esa frase en la cabeza. "Pero todo eso era pasado". Hacía tiempo que el cigarrillo se había consumido en su mano y el ni se había dado cuenta debido a sus aquejantes y melancólicos recuerdos de un pasado más claro. Sabía lo que ocurría: era Sofía.
    Volvió a dentro y se sentó con furia al frente de la máquina de escribir, frustrado por su pasado que se alejaba a cada minuto de su pensar. Intento escribir pero nada tenía sentido, ni siquiera uno extraño. Eran palabras al azar que escribía sin siquiera ver la máquina. Simplemente seguía con la mirada perdida por la ventana mientras su cabeza volvía a la razón de porque no podía escribir. Cuando Sofía se marcho, no solo perdió su rumbo, también su habilidad para escribir. No podía escribir nada coherente, y cuando lo hacía no le agradaba y lo rompía con odio y rabia, cosa que nunca había hecho por su respeto a la escritura. Cedió a la furia y estrello su vaso de vidrio en el cual servía el Whisky contra la pared más cercana, salpicando todo de alcohol y vidrio roto. Al ver el desastre que provoco, y combinado con la rabia que había dejado brotar de su cuerpo, agarro su cabello con fuerza y empezó a llorar encima de su escritorio. No eran lágrimas de tristeza, eran lagrimas de impotencia y rabia.
    Duro en esa posición, en la misma acción por todo el resto del día, hasta que sus ojos se secaron y no pudo seguir más. Ya estaba oscureciendo, dejando ver un hermosa vista desde el privilegiado lugar en el cual la casa del escritor se encontraba. Le encantaban los atardecer, por lo cual no pudo evitar esbozar una sonrisa al verlo. Intento quedarse dormido, prometiéndose que mañana sería un mejor día, que escribiría algo que lo alegrará y que la vida sería mejor. Cerro lo ojos y empezó a dormirse escuchando el sonido aleatorio de la lluvia.
    El timbre lo despertó de repente, eran las 7 pm ahora. Le dolía la cabeza y los ojos. Pensó en no abrir e intentar dormir de nuevo, pero la persona que estaba detrás de la puerta insistió en su propósito, lo cual desespero al escritor. Abrió la puerta con un poco de rabia para quedarse plasmado frente a la imagen de una chica con un paquete en la mano. Él la conocía: era Elizabeth.
-¡Hola!-Dijo con entusiasmo, abalanzándose para abrazarlo.
    Poco recordaba de ella, y la verdad es que poco había pensado en su confusa situación. Él pensaba que todo lo que había ocurrido era un desvarío provocado por la borrachera, que todo se lo había inventado, pero al verla ahí era como haber visto a una especie de fantasma, o un duende: algo que se cree que no es real hasta que lo tienes al frente tuyo. Se sorprendió y se quedo completamente quieto, confuso. La chica, después de abrazarlo se alejo al ver esa reacción, pero su sonrisa y su entusiasmo no se le quitaba. Seguía fiel a la imagen que tenía de ella: sus ojos cafés, su pelo castaño (un poco más claro que la anterior vez), una camisa de cuadros blanca con negro, falda corta negra, medias largas del mismo color, botas negras, labial rojo escarlata, ojeras combinadas con un delineador que resaltaba demasiado en su piel blanca como el papel.
-¡Estas bien! Me tenías muy preocupada.-Le dijo mientras se volvía a acercar para darle un beso en la mejilla.
     El joven no sabía cómo reaccionar, las palabras no salían de su boca y se sentía muy confundido. La chica seguía sonriéndole incondicionalmente. La situación se tornaba incomoda a medida que el escritor no decía una sola palabra. Lo único que pudo pensar es lo mal educado que estaba siendo, lo cual lo llevo a lo único que pudo decir.
-¿Quieres pasar?
-No. No puedo, pero gracias igualmente.....-Que él le hubiera dicho algo era reconfortante para ella ya que la tranquilizaba al saber que no tenía ningún daño.-.....Solo pasaba para saber sí estabas bien y para dejarte un regalo.
    Le ofreció la caja que tenía en la mano. Él intento abrir la caja pero ella se lo impidió.
-No arruines tu sorpresa. Debes hacerlo cuando sientas que es correcto, o que no sepas quien eres.-Le dijo con una sonrisa aún más cariñosa que todas las anteriores.
    Antes de que él pudiera decir cualquier palabra, ella le dio otro beso en la mejilla y se despidió de él, alejándose tan repentinamente como había llegado. Cerró la puerta y se dirigió a la cocina por un vaso de agua. Pensaba que todo era un sueño, que nada de esto era real y que pronto se despertaría, pero nada cambiaba: él estaba despierto. Vio la caja que se encontraba en la mesa de estar. Se sentó al lado, sirviéndose un vaso de Whisky en su vaso con hielo. Lo dudo un poco, pensando que todo esto era una locura, pero al final se decidió por abrirla. Se encontró con una copia de "La ciudad está rota". Abrió el libro y se encontró una nota pegada por un clip a la primera hoja. Decía: "Nunca olvides quien eres y de que eres capaz" y un poco más abajo el número de Elizabeth. Todo esto le parecía muy confuso pero ya nada le importaba. Termino su bebida y cayó dormido escuchando el sonido de la lluvia por la ventana.

viernes, 9 de agosto de 2013

Tinta y café de medianoche. (Capitulo 2)

     <<La lluvia asediaba el lugar de una forma tremenda. La gente corría de la lluvia y se preocupaban de que su vuelo no fuera a salir, por suerte de ellos ningún vuelo había sido cancelado esa noche. Eran las 9:23. El escritor y Sofía habían estado bebiendo desde la tarde. Era un ambiente muy triste. Sofía era una chica de estatura mediana, linda, un poco morena, tenia el pelo rojo y unos brillantes ojos verdes. Los dos se habían conocido por medio de un amigo, en un parque cualquiera de Bogotá. Los dos andaban sin rumbo alguno, no sabían que querían. Pasaron la noche bebiendo y fumando, hablando de sus gustos, conociéndose. La noche termino en la cama de Sofía, en un acto satisfactorio, que dejo a los dos jóvenes satisfechos completamente. Eran felices juntos. La mañana siguiente fueron a ver una película y andar vagando por la Séptima, hablando y mirando como la ciudad se consumía a si misma. Los meses siguientes fueron felices para los dos, hasta que llegó el día que ella debía partir a París. Los motivos no eran importantes, pero ella deseaba conocer la ciudad.
     Al llegar el llamado para abordar el avión, los dos sintieron que el tiempo no les había bastado, se sentían incompletos una vez más. Se dieron un abrazo, un beso apasionado y una despedida sin mucho que decir. Se quedaron callados, mirándose el uno a otro con un nudo en la garganta.
-¿Algún día te volveré a ver?-Le dijo el escritor, con un animo casi nulo, con una mirada sin sentimiento.
-No sé, querido, pero cada vez que veas la luna piensa en mí.-Hizo una pausa, mirando hacía la puerta de abordaje.-Cuídate mucho, escribe lo mejor que puedas y nunca te olvides de sonreír.  
     En ese momento, el mundo del escritor se vino abajo. Se sentía en un mar que le ejercía una presión inimaginable, se sentía perdido, fuera de lugar. Sintió ganas de llorar pero se aguanto las ganas de explotar, por respeto a ella y el recuerdo que le guardaría para los próximos meses.
-Adiós-Dijo sin pensar, volteándose y marchándose con las lagrimas en los ojos.
    No volteo hacía atrás hasta salir del aeropuerto, en donde se desplomo en la acera, en medio de la implacable lluvia, con la soledad al lado suyo, viendo como había completado su plan.>>

    Se despertó de golpe, sudando, con los ojos desorbitados y la locura en la sangre. Intento pararse pero sintió un dolor en la parte posterior de su cabeza, lo cual lo devolvió a su posición original. Por un momento sentía que había muerto, y que se encontraba en el infierno, o en mismo limbo.
-No te esfuerces, muñeco.-Le dijo una voz femenina, mientras ponía su mano en la frente del escritor.-Te diste un buen golpe en la cabeza. Deberías descansar.
    Estaba vivo, pero no en buenas condiciones, se sentía desorientado, especialmente porque no podía ver nada por su deplorable situación.
-¿Quien..... quien eres?-Logró articular luego de unos minutos de silencio y dolor.
-Me llamo Elizabeth.-Dijo la chica, que se encontraba arrodillada al lado del pobre hombre.
-¿Donde estoy? ¿Qué me paso?-Dijo el escritor, mientras intentaba recordar parte de lo que había pasado.
-Al parecer no escuchas muy bien, ¿No?-La chica produjo una risita entre dientes después de decir eso.-Te pasaste de copas y te abriste la cabeza cuando de caíste. Estabas vuelto mierda en la acera.
-¿Y qué hago contigo?-Dijo el joven confundido.
-¡Que desagradecido eres! Bueno, no importa. Cuando te vi botado, llame a una ambulancia. Después revise tu billetera para saber tu nombre. No quería que te metieras en problemas. Dije que era tu novia para ir contigo a la clínica. Te pusieron algunos puntos y te dejaron salir conmigo. Luego te lleve a casa y me quede cuidándote. Te pido disculpas de ante mano por el atrevimiento.
    El joven se dio cuenta de todo, y le llegaron pequeños recuerdos de la noche anterior. Sintió un impulso de adrenalina y logró sentarse para poder ver un poco mejor la situación que lo rodeaba. Se encontró a una linda chica, de tez blanca, ojos cafés, un pelo marrón desorganizado, labial rojo flamante y ojeras malvas. Ella le regaló una sonrisa, mientras puso su mano en el hombro del escritor.
-Muchas gracias-Logró decir antes de desplomarse en el hombro de la chica, la cual le acaricio el pelo y lo dejo descansar por lo que quedaba de noche.

jueves, 8 de agosto de 2013

Tinta y café de medianoche. (Capitulo 1)

-Pour la plus belle femme.
 "Así que dije adiós y me marché, y ella se quedó allí mirándome y sentí que su mirada me atravesaba de parte a parte. La oí lamentarse por dentro, pero seguí caminando como un autómata y al final doble la esquina y se acabó todo. ¡Adiós! Así como así. Como en estado de coma. Y lo que quería decir era: ¡Ven a mi! ¡Ven a mí porque no puedo seguir viviendo sin ti!"-Trópico de Capricornio, Henry Miller. 

      El humo de la habitación se confundía con los alborotados pensamientos del escritor. Su estudio, su templo, se había convertido en un lugar completamente extraño para él. Sentado frente a su ordenador perdía la esperanza en su soledad mientras intentaba que las palabras fluyeran como una cascada, pero solo alimentaba a su desesperanza mientras seguía viendo las paginas en blanco. La música acompañaba el ambiente, pero él ya no podía escucharla: estaba sumergido en su cabeza, tan profundo que el mundo había desaparecido por esos efímeros minutos. Hacía algún tiempo que Sofía se había ido, pero seguía en sus pensamientos como una astilla que se niega a salir de la carne, lastimando a cada segundo su frágil cordura. La recordaba como sí hubiera sido ayer cuando la despidió en el aeropuerto. Al despedirla con un beso y un abrazo intentaba mantener la compostura frente a la joven chica, pero al llegar a su estudio, estalló en un llanto el cual no pudo soportar por más que pudiera, rompiendo su mundo en una noche fría y lluviosa. Después de ello, el perdió la fe en todo: Se dio a la bebida, a las drogas, a las fiestas de madrugada, a la locura del momento. Después de su partida, se sentía como una pluma que se había desprendido de un ave, que había sentido el placer de volar libre, pero que ahora se acercaba a caer contra un mundo para quedarse allí a morir. Se despertó de sus pensamientos en cuanto sonó el timbre de su apartamento. Tenía un aspecto terrible: el pelo desordenado y sucio, una barba de 1 mes sin cuidar, la misma ropa de una semana y un aroma a alcohol, tabaco y tristeza. Se levanto de la silla, con una mueca de desconformidad ya que no pudo avanzar nada en su trabajo, lo cual siempre lo decepcionaba. Al abrir la puerta no había nadie: había sido una broma de los chicos que vivían en el edificio. No sintió nada: estaba acostumbrado a esto. Volvió a su habitación, abriendo la persiana para ver a la ciudad. Bogotá siempre había sido una ciudad hermosa para él, le encantaba la gente, su clima, su aspecto. Respiro un poco de aire limpio y esbozo una sonrisa al ver que había empezado a llover. Vio el reloj de su computador. Eran las 5:35. Pronto volvería a salir por su dosis diaria de descontrol. Se sirvió una taza de café y espero a que el tiempo muriera para intentar sentirse vivo por un pequeño espacio de tiempo.
     8:46 pm. El alcohol, la adrenalina en la sangre, el sonido estridente de los parlantes de los bares de Cuadra Picha, el olor a Whisky barato. Un chorrito por Sofía, dos chorritos por Sofía. Un grupo de borrachos peleaban en la calle por conocer quien era más macho, quien tenía más huevas. Que imbéciles. El escritor miró hacía arriba, mirando las estrellas y la luna en medio del alboroto del momento. Debido al alcohol, al LSD, al aroma de la lluvia, se sintió invencible. Su pensamiento se desbordo de su cabeza, como si esta no fuera a soportar la cantidad de locuras que pasaban por ella. Le dio vuelta todo problema que le atacaba y se sintió feliz por primera vez en mucho tiempo. Empezó a saltar, a gritar, a razonar con el mundo. Sentía que ya nada importaba, ni su vida, ni el mundo, y aún menos Sofía. Se sentía liberado. Se desplomo en la acera, mirando como se desvanecía el firmamento en cuanto a la lluvia aumentaba. Su visión se desvanecía en cuanto sintió un fuerte de dolor en su cabeza y una sensación tibia en su nuca. "El marica se abrió la jeta" "jueputa llamen una ambulancia, ¿ahora que hacemos?" se escuchaba esto en medio de la calle, alrededor del pobre desgraciado. Lo último que sintió antes de desmayarse completamente fue una mano cálida en su frente y un beso en la mejilla. Se sintió aliviado por un segundo, luego perdió el conocimiento después de escuchar: Estarás bien, muñeco.

martes, 23 de julio de 2013

El tiempo sigue fluyendo.

     Para ella.

     Negra oscuridad, humo azul, locura en crecimiento, litros de alcohol, pensamientos difusos, sentimientos no correspondidos, amor de poeta, ciudad muerta, café de medianoche, cigarro de amanecer, abrazos suicidas, besos perdidos, soledad prominente, sangre roja, casas azules, nubes negras, luces vagabundas. El tiempo sigue fluyendo. Tic, tac, tic, tac. Cada vez me siento más solo, más débil. Tic, tac, tic, tac. Las paredes de mi habitación me deprimen, llueve a cantaros, la ciudad grita de vicio y pecado. Miro por la ventana y solo logró divisar a la luna que ya no es mía, está muy lejos y me dejo siendo una parte de un ser mayor; No soy nadie sin ella, solo una parte que seguirá incompleta. Tantos días que la desprecie, cuantas noche que la quise, cuanto me arrepentí, cuanto la pensé, cuanto la desaproveche. Tic, tac, tic, tac, la luna, la ciudad, su nombre, las flores que le dí, el alcohol en la sangre, su hermosa voz en mi cabeza, la canción que nunca escucho.
     El serio problema que siempre termina derrumbandome es este remolino de ideas. Me las arreglo para no pensar mucho, ahogando mis penas, abriendo mi alma, abriéndome a la ciudad; pero la soledad me aqueja y debo volver a la tormenta. Solo pensar, al menos un segundo, en lo que a ella concierne, sobrepasa mi entendimiento, mi paciencia, y me hace sentir una nulidad, indefenso, sin esperanza. Acudo a los libros por respuestas y cada vez que queda un sabor aún más amargo en la boca, acudo a las letras y solo se plasman pensamientos desorganizados y tristes. Los amigos ya no están, solo gente anónima con mascaras y recuerdos al borde del olvido. Me siento perdido en una ciudad fría, oscura, el cielo no cambia y lo logró sentirme bien sin acudir a agentes externos. Necesito su luz, su cariño, su pensar, su aroma.
     Aunque a veces pienso en una vida sin ella, no logró encontrar un situación que me favorezca. El cielo está gris y el espejo me devuelve una imagen demacrada, sin nada más que angustia. Imagino a La Muerte Roja viniendo a por mi, en una carrera mortal donde hay un claro ganador y un pobre perdedor. ¿Podré verla? ¿Podré estar con ella aunque sea solo un momento? No sé que más hacer, y volveré la espalda a las responsabilidades, solo por aullar a mi luna imposible.
     4:30 am. Tic, tac, tic tac., soledad, amor, tristeza, deseo, cobardía, arrepentimiento, oscuridad. ¿Qué será de mi? ¿Qué será de ella? Le escribo sabiendo que nunca leerá mis insulsas palabras; aunque sí la pudiera ver al menos una vez más, dejaría que el mar de mi pensar se desbordara sobre ella, decirle todo lo que nunca pude expresar y dejarla ir a un incierto y despiadado destino.

Tic, tac, tic, tac. 
Sigo esperando en la oscuridad.
Tic, tac, tic, tac.  


viernes, 14 de junio de 2013

Descenso (Día 1)

     El tiempo se va acabando cada vez más, lo cual mortifica las últimas neuronas que sobran de mi precaria situación. El humo se confunde con mi pensar y las telarañas cada vez son más comunes. Mantengo alejadas mis dudas y soplo los demonios que aquejan mi existir. Trato de ahogar mis penas en alcohol, drogas y mares de de ignorancia y suelo distraerme con cosas cada vez más banales; Después de todo, la ignorancia a veces significa un pequeño bache de felicidad pasadera.
     Pero el miedo de sufrir, cada vez más, es difícil de disimular y ella se vuelve dueña de mi pensar y de la locura de mis letras. Aunque me convenza diariamente que no es para tanto y que no logra ser lo suficiente para romper los pocos hilos de cordura que me sobran, el problema es alejarla de mis prioridades (Que últimamente exigen un esfuerzo tanto físico como mental de mi parte). Cada vez empiezo a comprender que el problema no es quererla desde lejos, o siquiera la ausencia de su compañía; El problema es el dolor de su felicidad sin mi y su presencia punzante.
     ¡Maldigo las razones por las cuales llegue aquí! Los vicios llenan la mayor parte de mi borroso pensar, olvido muchas cosas, me distraigo con facilidad y eso es preocupante en cuanto a mi conciencia refiere. Necesito un pilar, una razón, algo por que seguir, pero lo que consigo es una astilla mas en mi odiado Modus Vivendi. Soy un poeta fracasado, un loco enamorado, un cobarde sin escrúpulos; celo el viento y los rayos del sol. A nadie le importa una mierda lo que piense, sienta o diga. Me expreso por notas vacías, sin emoción alguna, con ganas de ahogar en un atardecer barato. Vivo alrededor de gente que no le importo y muero por una chica la cual no me ama.

Asco de vida. 

sábado, 8 de junio de 2013

Las nubes del atardecer

-Para Juana Martinez: Gracias por la idea. Nuit heureuse, ma chérie.

Al estar acostado en su propia cama un sábado por la noche, escuchando su repertorio de música un poco peculiar, dejó su mente al viento, divagando como una red de pescador en un río profundo. Hacía tiempo que sus escritos ocupaban la mayor parte de su tiempo y limitaba su creatividad a su arte, pero en este momento se olvidó de todo solo por un momento, para pensar en sí mismo. De pronto, como sí una flecha imaginaría hubiera atravesado su pensar en cuestión de segundos, empezó a ser atacado por el tema al que más temía: La muerte. Le parecía que su existencia no era real, que todo podía ser una mentira y que el era otro de los incautos que vivía a gusto en la falacia que se nos plantea a través de la historia. Se sentía engañado y con una rabia que podría derretir el glacial más helado, pero al mismo sintió un miedo tremendo. Sudaba frío, temblaba y se sentía horrible; La experiencia era una nueva revelación para él. Sintió que no podía justificar su existencia, que no había nada después de está vida, que la religión era una excusa para asesinar y masacrar, y que la idea de un Dios superior era tan estúpida como cualquier divago de un niño de 8 años. Vomitó incontrolablemente en el suelo de su apartamento, no sabía como controlarse a sí mismo mientras una parte de su alma se rompía en mil pedazos como sus sueños. Pensó en la hora de su muerte cuando, con los ojos abiertos, la realidad empiece a desmoronarse y mostrar la horrible verdad que se esconde tras la felicidad y las emociones, al mismo tiempo que esa realidad nueva se desvanecía junto a su último pensamiento de lucidez. Le encantaba la filosofía, lo cual agrego un poco de escepticismo a sus pensamiento. Empezó a incorporarse de nuevo, mirando hacía la iluminada ventana que reflejaba la luz de la luna en sus ojos. Sintió que tanta belleza no podría ser una vil mentira, y sí lo era, podría ser una de las cosas más crueles que cualquiera pueda imaginar. Desconfiado, herido, plasmado en su propia realidad, sintió que la ciudad se iba abajo, y que con el se iría todo. Cayó sobre sus propios fluidos, mientras que con la boca suscitaba maldiciones a diestra y siniestra. Pensó que quería morirse en ese momento. El punto de su conclusión fue que, aunque fuera su mayor miedo, la muerte sería la única manera de resolver su incógnita, que la muerte es un paso a un mejor futuro o solo un balazo en falso en una vulgar ruleta rusa conocida como vida. Cerró suavemente sus ojos, mientras su cuarto se convertía en vidrios que se rompen, haciendo un insoportable ruido que el artista no pudo soportar, hasta que su cabeza, con tantos pensamientos que amenazaban con rompérsela, se dio por vencida junto a sus ganas de sentir dolor.
Despertó con el sentimiento de haber sido testigo de un milagro. No confundan con un milagro "divino", si no por un milagro que el mismo se había regalado. Tenía ganas de armar una revolución contra el mundo, demostrar que poco le importaba su existencia o sí quiera su futuro, cambiar el mundo empezando con su autodestrucción, y acabar con los conceptos que no lo dejaban dormir. Cogió su libreta de la mesa, ignoró su vomito rancio en el suelo, se puso un par de Jeans rotos y salió a buscar problemas, una nueva vista del mundo cruel, quererse muerto por unas horas y dormir al son de un tango y apuñalado por punzadas de Whisky.  

martes, 4 de junio de 2013

Acerca de tabaco y rosas. (Parte 1)

     Sí la vida te escupe, tu le escupes de regreso. Sí la gente te excluye, excluyelos de tu pensar: No merecen tu atención. Sí el mundo pierde sentido, dáselo de nuevo o destruyete con el. Son simples reglas para ser feliz, para soportar el peso de los días, de las semanas y poder seguir caminando contigo mismo a las espaldas. Hoy me he levantado con ese airecito de grandeza, con esas ganas de escribirme una novela que me saque de esta mierda, de creerme un filosofo, un poeta, pero que va: Es un día como cualquier otro.
     Soy una buena persona: Me disculpo después de eructar, sedo el puesto en el bus, ayudo a bajar a las ancianas, entre otras cosas. Tuve una infancia normal, jugaba, comía, cagaba como cualquier niño. En la adolescencia me metí a toda cultura urbana posible, pasé del bazuco al perico, desperté varias veces en la casa de algún desconocido y no me arrepiento de nada. Actualmente vivo en mi propio apartamento cerca a Nicolás de Federman, que está vuelto mierda, pero igualmente me encanta. Estudio Filosofía y letras en la Nacho. Trabajo en una tienda de ropa en San Andresito, y vivo de placeres simples y antojos baratos. Leo en mis ratos libres, suelo tomar en el Bar El Gato, y me encanta dormir junto a alguien.
     Al levantarme, note que mi compañía (Camila.....Sofia.... La verdad no me acuerdo de cómo se llamaba) se había ido. Dejo un beso y su número marcado con labial en espejo, junto a una botella de Whisky. Abajo se podía leer "Llámame". Odio las mujeres que intentan amarrarme, de que las vuelva a llamar, que las quiera un poco más allá de algo carnal. Sí algo he aprendido en mis años en este mundo es que el amor, si no es correspondido, es una perdida de tiempo y emociones. No siempre fue así, créanme: Lo intente. Hace tiempo estuve tragado de una nena, me encantaba su forma de ser, su forma de sentir el mundo, sus lindos cachetes y su amor por la literatura y la buena música. Solíamos leer juntos, dormir juntos, tomar juntos, pensar juntos y jodernos juntos, pero que va, la nena no sentía nada por mi: Simplemente era un amigo. La mande a su mierda, y tras varios fracasos amorosos junto a experiencias variadas me dieron la idea que el amor no termina como debe, y cuando lo hace termina siendo un problema. Desde esos tiempos, vivo de amores pasajeros, y me encanta. Es mejor estar solo, sin rendirle cuentas a nadie ni que nadie me joda por fumar o tomar mucho. Citando a Oscar Wilde "Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer mientras que no la ame". Vivo bajo esa política y me ha ido bien.
     Hoy me he levantado con ganas de más, de ir al Bar, volverme mierda y terminar en los pechos de alguna linda chica. Me paro, miro al sol apenas despertando y enciendo un cigarrillo, para empezar bien el día. Siento que será un buen día y sonrió al pensar que puede ser de mi día. Me pierdo en mis pensamientos mientras huyó de las tinieblas que acosas mi mente.

martes, 30 de abril de 2013

Ella es un vicio.

Lunes por la mañana. El sol alumbra el cuarto olvidado de anoche. La luz de sol le toca los ojos. Ella se levanta con resaca, mira el sol y esboza una sonrisa. Ella es complicada, está rota por dentro, un poco triste, un poco tarde de Abril. Se toma un café junto a la ventana, fuma un cigarrillo y se pierde en la ciudad, como se pierde el humo azul en el viento, como un beso en el bar. Se lo toma con calma, recapitula la noche anterior. Ella está jodida, vive de besos vagabundos, de adrenalina, de sus drogas diarias, de botellas de Vodka, de latas de cerveza, de noches alocadas, de Onetti por la mañana, Borges por la tarde y Cortázar por la noche. Hoy no quiere hacer nada, piensa que los lunes fueron hechos para expulsar los males de cuerpo y darte solecito en los parques. Salé con sus gafitas de 10 mil que compro en el Centro, con su perfume barato, su labial rojo,  con sus taconsitos y su pañoleta en el pelo, adornando su hermosa nube de pelo café. Ella tiene unos ojos profundos, sinceros, hermosos. Una sonrisa encantadora y hermosa a la vez. Unos labios que te joden el día, que te dan tres vueltas, que te enamoran y te botan de un precipicio. Ella viaja en bus, con sus libritos siempre a mano, con su músiquita que juega con su estado de ánimo. Le encanta el Simón Bolívar, le trae recuerdos de su adolescencia. Ella se sienta en un árbolito a ver los pájaros de un lado a otro, la gente que desperdicia la vida, mientras fuma y bebe. Le encanta ver el mundo a través de su manera algo torcida de pensar.
No sé que es lo que me encanta de ella, que me hace volver a ella en mis momentos de flaqueza, que no me deja olvidarla en los momentos que más quiero eso. ¡Siempre caigo en la misma trampa! Cuando no estoy con ella me siento débil, como sí le faltara ese sabor a la vida, ese fuego que te quema por dentro y te hace sentir vivo, esa dulce melodía que te acompaña por las tardes donde no te reconoces, ese cariño que siempre nos falta y que lo remplazamos con sonrisas baratas y caricias falsas. No me acuerdo cuando, donde ni cómo la conocí, solo sé que me siento bien con ella, cuando vamos a los parques, cuando la acompaño por la ruidosa ciudad, cuando comemos después de un día aburrido y agotador. Ella tiene un poder sobre mi. Ella tiene la capacidad de joderme el día o hacerme feliz por un momento, por un tarde, con un silencio, con una caricia.

jueves, 25 de abril de 2013

Bosquejo.

27 de abril.
Hoy conocí a Elizabeth. Es una chica encantadora, dulce, de un hermoso aroma, una cara de muñeca y un pelo castaño sedoso. Ella es nueva en el colegio, aunque en poco tiempo se volverá a ir. Vive por Mirandela, con sus padres y su hermano Jesús. Ella no goza de muchos lujos, pero a ella no le importa: Eso me agrada de ella. Su personalidad refleja rebeldía, desobediencia, revolución. En lo que a mi me consta, ella se ve hermosa en cuanto a su forma de vestir como su forma de arreglarse. Le gusta la misma música que a mi: Nos la pasamos hablando de ello, pasando conocimientos musicales entre los dos, también gusta de la literatura cosa que nos une en cuanto a gustos se trata. Hemos hablado mucho y me encantaría seguir llevando está amistad por un largo tiempo.

2 de mayo.
Hoy me levante sin ganas de nada, con ganas de quedarme en la cama, como un sucio Don Nadie y esperar que afuera deje de llover. Quiero escribir un rato y leer también. En cuanto a Elizabeth, me encanta decir que tenemos una amistad fuerte: La veo todos los días, siempre hablamos de cosas variadas, es una chica hermosa e interesante. Casi siempre espero las tardes para salir con ella, invitarle un helado y que me cuente que tal su día, qué que ha visto, qué que ha conocido. Hoy no la veré pero igualmente la llamaré para saber como está. Pronto me iré de viaje y me gustaría aprovechar lo que me queda con ella hasta que me vaya y vuelva.

8 de Junio.
Hace dos días llegue de mi viaje. Me siento agotado y lo único que quiero es descansar.... Bueno, eso es en parte mentira: También quiero ver a Elizabeth. Durante mi viaje, estuve un poco aislado de todo y aveces me sentía mal, pero cuando pude contactar con estos lares me subió la moral el encontrar un mensaje de ella. Me extrañaba y yo la extrañaba a ella. Estoy cansado. Iré a dormir. Mañana iré por la tarde al colegio para recogerla y invitarle un heladito.

9 de Junio.
¡Amo a Elizabeth! ¡Amo a Elizabeth y no dudo de ello! No estoy familiarizado con el amor: Siempre he sido un niño solitario, retraído en cuanto al cariño con otros y metido en su propia cabeza; Pero hoy, ¡Hoy!, he conocido el amor en la cara de la hermosa Elizabeth. Al verla de nuevo, hablar con ella y sentir su mano fría al contemplar el atardecer me he dado cuenta que siento algo por ella. La quiero mucho. Dado a mi poca experiencia con estos temas amorosos, no sé que decir ni que hacer. Siento nervios cada vez que hablo con ella, siento calambres y sudo cuando la veo sonreír. Dejaré que las cosas sigan su flujo natural.

domingo, 21 de abril de 2013

Simplemente tu.

Un día lluvioso, un cigarrillo por la ventana, una ciudad interesante y recuerdos por montones. Estos días me han traído momentos que, aunque sean importantes, han ido quedan rezagados. ¿Recuerdas esos tiempos de tranquilidad? Cuando te conocí, fue interesante. Me faltaba mucho coraje, alegría, imaginación, esa luz que alumbra cada mañana y a ti te sobraba. Todo lo que me faltaba, lo tenías tu. Todo lo que no sabía, todas esas experiencias que no había vivido, fueron iluminadas por ti. Te recuerdo, muy débilmente, como esas luz que me hacía querer ir todos los fines de semana, para estar contigo, hablar casualmente y conocer más por ti. 
Luego de esa etapa, vino una más confusa en mi vida que en la tuya. En esa época, logre quererte mucho, aunque siempre estábamos alejado, me dabas alegrías por montones. Fue una época triste, donde te desee sin conseguirte, por mis estúpidos complejos. Te deje ir, ya ahora no me importa mucho. Solo te quiero decir que por esa época, fuiste una persona muy importante en mi, una linda sonrisa con la que contar, una hermosa persona con quien hablar, un sin haber de lugares mágicos que se abrían con tu recuerdo.
Últimamente, todo eso a cambiado. Aunque ya no eres el centro de mi vida, sigues siendo una de esas personas por la cual uno viviría o moriría. Eres de esas personas que siempre estarán ahí, en las buenas y en las malas. Eres de esas personas fascinantes que uno no puede encontrar fácilmente. Eres simplemente genial.
Lo siento por todas esas veces que te decepcione, por lo malo que he sido, por mis acciones que te afectan. Acepta mis disculpas y todo bien. 
Espero que sigas ahí, y que todo te salga bien. Sigue lloviendo. La ciudad de inunda de recuerdos y acusaciones. Buenas noches. 

-Para Juana Martinez. Feliz cumpleaños, querida. 

sábado, 13 de abril de 2013

¡Ni mierda!

Que puta mierda, no se me ocurre una manera más de decirlo. ¿Nunca les ha pasado que pasan algo de largo sin que les importe, pero vuelve la situación y lo único que hace es marcarte lo que acabaste de olvidar? Eso es lo que pasa.
Eres una puta mierda, soy una puta mierda, ¿No es una buena combinación? No lo creo, porque lo que yo hice es quererte mucho y entregarme, por eso soy una mierda, tu lo eres por lo que hacer, por lo hipócrita que eres, bipolar, que juegas con sentimientos ajenos, que no te importa jugar con ellos de la forma más vil posible. Hazlo a las espaldas, pero no en mi puta cara. ¿Es justo?
Ya me mame de toda esta mierda, con usted y todos. Ya no merecen ningún puto respeto ni nada parecido. Lo único que he hecho en mi vida es ser una persona sana, callada, que no busca un problema, un escritor olvidado, melancólico, que da todo por el amor, que se entrega completamente al mismo, y ¿Qué he ganado? Tristeza tras tristeza, ¿Es eso justo? ¿He hecho algo como para ganarme eso? He sido la persona que todos quieren que sea, pero ya no quiero nada más de esto.
Volviendo a tu tema, ya no quiero verte jamás. Me tocará aguantarte un poco más pero, como se que te importo lo más mínimo (Lo has dejado claro últimamente), será duro. Verte tu sonrisa falsa, tras esos ojos que más que encantarme me dan asco ahora, y tus palabras que solo enamoran para destruir. ¡Que fría eres! Lo más gracioso es que todo esto te lo vas a pasar por el culo, todo te va a importar un culo y vas a seguir haciendo de las tuyas con cierta persona. No soy bobo o ciego: Disimula, ¡ Estúpida! Más que tristeza, me da rabia y espero con todo mi corazón que leas esto, que sepas todo lo que siento y que otra persona te muestre lo duro que es. ¡Me encantabas! Ahora, ni tu recuerdo puedo evocar sin las ganas de escupirte en tu misera cara.
He decidido volverme una mierda con todos, escudarme con cualquiera que me traiga diversión, darme a los placeres y a la auto destrucción.
Gracias por todo, pero ni mierda más.

sábado, 2 de marzo de 2013

¿Podrías perdonarme?

No se porque me entra la melancolía con la soledad, el porque tu recuerdo llega en estos momentos solitarios, tu voz en está casa vacía, tu cara en el techo de mi habitación. ¿Estás ahí?
Los días duros llegaron y volverán. No sé que hacer. Es duro no saber que hacer, extrañar la luna teniendo el sol. Esas ganas incontrolables de hablar contigo sabiendo que me hace mal, como amar lo que me hace mal. Eres mi vicio, que me matará, que me hace desearte. Soy un estúpido  un imbécil. Siempre encuentro la manera de cagarlo todo cuando las cosas buenas pasan. Un orgullo disfrazado de humildad, una apuñalada escondida en una sonrisa, una bomba de tiempo en un beso. No sé porque pasa pero lo termino haciendo. Eres importante para mi, aunque haga lo posible para demostrar lo contrario, lo eres. Es difícil vivir sin ti. Te extraño y te quiero, pero este frío que confundo con la soledad no me deja tenerte. 
No se cómo expresarme, ni encuentro las palabras para hacer esto más largo y emotivo pero, sí alguna vez lees esto, te quiero. Soy un imbécil, por eso te necesito fuerte; uno de los dos debe serlo. 
¿Podrías perdonarme?

jueves, 28 de febrero de 2013

Un beso con sabor a cigarrillo triste.

Odio los jueves. Pueden no pensar igual o tal vez sí, poco me importa, pero el punto es que odio los jueves. Son tristes, oscuros, sin futuro, sin sentido. No me gusta el estar en uno de ello. La lluvia cae suavemente. Mi cara disfruta la sensación de las gotas cayendo en mi cara, mientras mis brazos tiritan con el frío aplastante. Te deja pensar, silencia la ciudad y agranda tu recuerdo, tus cachetes, tu aroma. No es lo mismo, ¿No te parece? Extraño los tiempos en los que te hablaba de cositas interesantes, acariciaba tu pelo, disfrutaba de tu aroma, de tu compañía, pero ya no lo soporto. No es lo mismo. No eres tu, no soy, ¿Quien es? Las tardes son tristes sin ti. Ahogo las penas en alcohol, remplazo los malos recuerdos por buenos recuerdos con las drogas y esfumo esos recuerdos con el cigarrillo. Mi vida es un desastre sin ti. No tengo control, no tengo razón porque tenerlo. Se ha ido mi princesa, mi cariño.
No te hagas la desentendida e intentes evadir esto. No es lo mismo, ¿No te parece? Sé que no me amas, o tal vez sí, pero escondes todo tras una cortina confusa. Es difícil quererte bajo esas condiciones, y el amor se va. Ya no es lo mismo.
Sentado en la acera, mirando a la gente pasar, con su mirada confusa, sentimientos mezclados y su cara de ciudadano jodido, disfruto de mis penas, cigarro en mano, sol de atardecer, te sigo extrañando, te sigo esperando. Quiero contarte un cuento, acostarme contigo y disfrutar de nuestros silencios, como antes, pero ya no es lo mismo.
Quiero tus labios, tus tristes labios que dicen mentiras y entristecen mi alma, quiero que me digan que todo está bien, que me quieres, que me digan te amo y mueran ahí. Sentado en está acera, espero tu beso con sabor a tabaco triste.

domingo, 27 de enero de 2013

Un beso al atardecer.

Y al final tu recuerdo y tu aroma se quedo en mi cabeza. El simple hecho de extrañarte, por el simple hecho de sentirte como el helado recuerdo de una noche sin luna. Mientras la noche cae, y mis pensamientos no se apartan del hermoso rostro que acompaña mis reflexiones, no resisto el hecho de que no estás aquí, al lado de mió, que no lo estuviste y que tal vez no lo estés nunca. Intento asimilar el hecho de que no estarás por estos lados por mucho tiempo, pero al mismo tiempo que mi corazón se exalta porque quiere salir y pasar el tiempo contigo, pienso en que no te puedo perder en este tiempo. ¿Jugar a la defensiva? Qué aburrido, pero no encuentro otra forma de que te quedes por conmigo. Prefiero que estés de una forma más segura que perderte y tener que vivir tu recuerdo como un cuchillo que corta mis silencios y me apuñala lentamente, con una dulzura única.
No te puedo garantizar una vida justa, un romance de verano, una casa de lujos y cosas banales que sinceramente me importan una mierda, tampoco puedo garantizarte que dejare los vicios, que llevaré una vida derecha, una vida sin distracciones, pero puedo garantizarte tardes únicas de atardeceres inolvidables, enamorarte cada día un poco más, el hacerte la mujer más feliz que conoces, el hacerte ver una alma hermosa y reflejar tu propia alma en un simple beso.
Es imposible expresarlo con una conversación, las letras son más sutiles y mucho más expresivas. Es una excusa para un cobarde enamorado, pero no hay de más. Sé mi heroína, sé mi aire, sé mis pensamientos, sé una noche con luna, sé el calor que enardece un cuerpo muerto. Seamos como Sid y Nancy y hundamos en nuestra inmundicia, pero juntos.