sábado, 29 de diciembre de 2012

Cuando las nubes conocieron el amanecer: Parte 1.







I'm forever blowing bubbles,
Pretty bubbles in the air,
They fly so high,
Nearly reach the sky,
Then like my dreams,
They fade and die.
Fortune's always hiding,
I've looked everywhere,
I'm forever blowing bubbles,
Pretty bubbles in the air.

La sangre era tan espesa y caliente, que a pesar de la horrible situación en la que me encontraba, daban un poco de confort y una cálida sensación en mi cabeza contra la nieve. Mi vista se nublaba cada vez, y lo único que lograba distinguir eran pequeños pocos oscuros cayendo del cielo, posándose en mi cara, y devolviéndome a una situación que con urgencia quería terminar. Que sed tenía. Que irónico, ¿No creen?. Demonios. ¿Puedes seguir extrañándola, aunque tu vida corra peligro? ¿Puedes seguir anhelando a una persona hasta el final? 




No recuerdo exactamente mi vida antes de esa tarde de enero. Tras subir a ese avión, murió mi antiguo pasado. No quería recordar quien era, ni siquiera porque había decidido mi futuro. Solo sabía que iba a ver de nuevo a Tom, mi viejo amigo de la infancia. ¡Que hermosa era Londres! Mas de lo que yo hubiera podido imaginar. Aunque mi Inglés no era perfecto, podría defenderme; Además, ¿Qué mejor manera de mejorar tu lenguaje que tener que vivir de el? 
Mi vuelo había sido tranquilo. Intentaba no pensar mucho en mi futuro, y mucho menos en ese pasado que había decidido dejar atrás. Baje del avión con unas inmensas ganas de mear. Me encantaba mi falta de interés a un futuro incierto por el simple hecho de una necesidad natural. Fui a orinar y lo único que me preocupaba era el hecho de tener que estar con alguien en el baño. 
Casi no tenía equipaje. Unas cuantas camisas y pantalones, mis gafas, una computadora, mi reproductor de música y "El tambor de hojalata" de Günter Grass eran las únicas cosas que me acompañaban. Afortunadamente, mi equipaje era uno de los primeros en llegar, y no tuve que aguantar la larga y tediosa espera. Salí y, como habíamos acordado con anterioridad, estaba Tom ahí. ¡Carajo! Como había cambiado. Tenía el pelo demasiado corto, a diferencia de su pasado, su tez blanca seguía intacta pero las marcas de la edad y sus grandes ojeras delataban una vida al extremo. Era alto, a diferencia de lo que antes creía que iba a ser su futuro. Ya que en ese momento estábamos a mediados del invierno, llevaba una chaqueta ancha y guantes oscuros. Me esperaba con una botella de Jack Daniels en una mano, y un cigarrillo en la otra. Tras un saludo cordial, me ofreció un poco de los pequeños vicios que poseía. Los acepte de buena gana, y mientras caminábamos hasta mi nuevo hogar, me ponía al tanto de su extravagante vida. 
Como extrañaba a ese bastardo.  

jueves, 20 de diciembre de 2012

¿Estás cansada?

¿No estás cansada? Aveces pienso lo agotada que deberías estar. Todo el día, los 365 días del año, sin descanso alguno. ¿Te sientes bien? No se como puedes seguir tan radiante, tan hermosa, tan feliz, haciendo esa agotadora labor tuya. Aveces me gustaría relevarte de tus responsabilidades, que seas libre de ellas. ¿Te gusta? A mí también me gusta, por eso no quiero que te vallas de ahí, que sigas como todos los días. No soportaría perder de vista tu rostro, tu sonrisa, todo lo que te constituye. ¿Quieres prometerme que nunca te iras? ¿Que seguirás con tu tarea, aunque estés cansada o aburrida? Me gustaría creerte, me gustaría convencerme que es verdad, pero por tu bien algún día te obligaré a irte.
Espero que te guste estar siempre en mis pensamientos, en mi mente, en mi todo. Espero que nunca te vallas, espero que siempre sigas con ese entusiasmo.